Más allá de la Tradición

Todo el mundo dedica en algún momento de su vida una conversación, un escrito o simplemente un pensamiento, que tiende a ser más sincero que todo lo demás, a cuestionarse o maravillarse por los adelantos o barbaries que cometemos como raza en toda la historia de nuestra humanidad, eso que llamamos desarrollo.

Yo no he sido la excepción, me cuestiono porque respiro, porque hay tantas religiones poco tolerantes en el mundo, porque nos reproducimos como si fuera nuestro mayor reto en la vida, y no es que no me guste el sexo, me parece maravilloso, pero de eso a tener completo de conejo hay una gran diferencia, lastimosamente sin tener mucha información, eso deja de ser una elección.

Como es usual he perdido el punto, lo que realmente me motiva hoy es discutir lo difícil que es asumirse feminista, sí feminista, esa palabra de pecado, de lujuria y promotora de promiscuidad y relaciones anormales, como de dijeron algunos meses atrás, obviamente eso no podía faltar sin que dijeran, bueno, escribieran, no caigan en la trampa de esta mujer.

Pero ¿porqué es difícil asumirse feminista en estos días en que las mujeres son juezas, buscan placer sinceramente y que no nos sentimos mal pos cuestionarnos que estudiaré luego del colegio, o estudiar siquiera?

Yo me considero una mujer libre, de libre pensamiento y elección, he elegido como disfruto mi vida , o como no. Un día llegue donde mi madre y le dije, “mamá, yo voy a vivir con alguien y si me convence me caso, aunque no estoy muy segura que lo haga”, tenía 7 años y lo único que hizo mi madre fue reírse y sobarme la cabeza, con esa típica actitud de adulta en que te dicen “si hija lo que tu digas”.

Me pregunto que tanta conciencia tendría yo de lo que decía, aún ahora me da risa pensar en esa escena, dudo que haya tenido la convicción y entendiera lo que significara, si hubiera sido así, hubiese preferido jugar a la mamá y al papá como me decían que hacían las niñas, cosa que siempre me pareció graciosa.

Luego de eso, casi el doble de años después me empecé a preguntar, ¿será que soy feminista?, y todavía muy inocentemente me dije, no me gusta lo que vivo, no me parece normal lo que es usual “para una niña”, así que he de ser feminista.

Con el pasar de los años voy teniendo mayor conciencia y sinceramente creo que todavía no sé bien ¿qué significa ser feminista?

A mis cortos 24 años me siguió conmocionando y siendo sincera, emocionando por ver películas como “La Sonrisa de Monalisa”, omitiendo la actuación, el ritmo de la película y todo esos detalles de producción que no son tema de discusión de esto, me hace pensar ¿que tanto han cambiado las cosas desde los 50 hasta este 2008?

Seremos las mujer actuales capaces de retar lo usual y correcto como este personaje ficticio llamado “Katherine”, creo que sí, posiblemente no con la pasión que resulta tan fácil de Hollywood, pero lo hacemos en esas cosas cotidianas y simples de todos los días.

Un amigo me dijo un día, las mujeres no tienen de que quejarse, ahora van a universidades, estudian ingenierías y se acuestan con quien quieran, son ejecutivas y muchas cosas más, no le veo sentido a que exista el feminismo. Se habrán preguntado lo mismo aquellas mujeres y hombres negros que trabajaban cargando bultos y siendo criadas como su mejor opción de vida con movimientos impulsados por personas como Martin Luther King, ¿habrán dicho que es suficiente?. No lo creo.

Puedo hablar de mi realidad, sé por boca de algunos catedráticos de informática de la Universidad Nacional que es mayor la cantidad de mujeres que estudia esta carrera y las que se gradúan que los hombre, pero aún hay una larga brecha entre esto y las mujeres que obtienen trabajo y logran la misma paga que nuestros opuesto es mínima.

Claro que es difícil ser feminista en estos días, yo me he visto juzgada y recriminada por mi propia familia, entre muchas personas más, por pensar y decir que mi mayor meta en el mundo no es tener hijos y un esposo. Que si bien lo pienso hacer y pretendo disfrutar mucho, es mi decisión. Mi meta es ser feliz, sea eso ser madre, ejecutiva o artista.

Cuanto de lo que queremos y hacemos es nuestra decisión, si no somos más que un efecto lógico a nuestra carga cultural social y de todos esos pequeños detalles y experiencias que la llevan a nuestra vida diaria.

Siempre he pensado que en cada una de nosotras hay una Virgina Wolf, una Juana de Arco, una Clementina Suarez; medio locas, sinceras hasta lo irreverente y tan dueñas de nosotras que aceptamos las arrugas como experiencias bien vividas y esa grasa abdominal como una buena pizza, de esas que chorrea queso y huele como el cielo.

Aceptamos que a pesar de nuestras diferecias, esas, las llamadas imperfecciones que se “reparan” siempre con una buena base o un labial Cover Girl, somos bellas, y que seguiremos retando todo lo que nos enseñan, y buscamos la verdad más allá de la tradición, de lo definido, siempre buscamos más allá de la imagen.